Desde niña he tenido siempre la “suerte” de ir al colegio como otro niño cualquiera, siempre he estado rodeada de amigos/as sin discapacidad que me trataban como una más. Digo lo de suerte entre comillas porque he podido vivir una infancia muy normal, mis amigos de aquel entonces nunca me dejaban sola, si no podía ir a un sitio porque no estaba adaptado para mí, mis amigos antes preferían quedarse conmigo y no ir a ese sitio antes que dejarme sola o que mis padres vinieran a recogerme y llevarme a casa, pero lo que me faltaba aprender es que yo soy una persona con discapacidad y por lo tanto aceptar que por más cosas que hiciera no dejaba de tener limitaciones y sobre todo aprender que cuando yo veía con mis padres por la calle a otras personas con discapacidad, ver que son iguales que yo, que pueden hacer las mismas cosas que yo. Eso lo aprendí cuando en el año 1993 mi madre conoció a José Mari, le hablo de Frater. Mi madre le contó a José Mari que yo cuando veía a alguna persona con discapacidad siempre me ponía a llorar, pues siempre me veía superior, o que yo no tenía el mismo problema que esas personas. José Mari le dijo a mi madre que fuéramos un día al Maset antiguo.
¡Llegó el día! montaron una fiesta con comilona, baile, todo el mundo comía, bebía, bailaba. Recuerdo que me impacto ver como otras personas con discapacidad bailaban como descosidos, yo no me separaba de las faldas de mi madre y de mi padre. Intentaron por todos los medios que yo fuera con ellos a bailar, a hablar, pero yo estaba tan asustada que no me moví del lado de mis padres. Fue entonces cuando José Mari quiso ponerle solución al trauma que a mí me causaba estar con otra gente con discapacidad y tuvo la maravillosa idea, aunque eso lo veo ahora, lo de idea maravillosa, pero en aquel entonces lo viví como un castigo, de que me dejaran una noche a dormir allí, junto a las personas internas que en aquel momento estaban en el Maset viejo, pero con la condición de que mis padres me dejaran allí, pues si se quedaban era como protegerme demasiado y tenía que pasar por aquello yo sola. Recuerdo que me acosté tarde, mi madre se quedó conmigo en la cama hasta que me quedé dormida y una vez me dormí, se fueron a casa. Para mis padres fue muy duro tener que dejarme allí engañada, pero tuvieron que hacerlo. Me desperté por la madrugada y al ver que mis padres no estaban a mi lado me puse a llorar, fue entonces cuando José Mari entro y trato de tranquilizarme, hablando conmigo. Amaneció, y prepararon el desayuno, aquello continuaba siendo una fiesta, cantos por todas partes, risas, juegos, y ocurrió lo que yo llamo” EL MILAGRO”, empecé a ver a la gente con discapacidad de igual a igual, si es que les gustaba lo mismo que a mí: bailar, cantar, reír, decir bromas, etc. Empecé a hablar con Ricardo, Betina, Rosana y unos cuantos más, y desde entonces comprendí que toda esa gente ya eran parte de mi vida, las personas que verdaderamente me despertaron de mi realidad. Empezamos una nueva vida en Frater, comencé a venir de centro de día. Empecé a ir de colonias con ellos, ¡Dios mío! Nunca se me había pasado por la cabeza que otras personas con discapacidad acabarían conmigo, pues son varios días por algún sitio de España, yendo de excursiones, fiestas, charlas, risas, estos tienen pilas Duracell, pues antes creía que yo las tenía, pero he descubierto que yo me quedo sin fuerzas muy pronto y ellos ya pueden hacer cosas que vamos, lo que digo, no paran, te dejan agotada. Desde niña a mí me ha gustado mucho cantar, bailar, interpretar, y ese sueño que tuve desde niña se ha hecho realidad, pues conocí a Tino Pons y me brindó la oportunidad de hacer teatro, pues él tenía en mente crear un grupo de teatro. Yo al principió dude pues ¡qué vergüenza, tener que actuar delante de la gente! Yo entonces tenía 17 años, y lo probé y oye, me gustó, mira si me gustó que hoy han pasado 20 años, desde que empezamos la aventura del teatro y no me he bajado del escenario. Hemos mostrado nuestro trabajo en distintos teatros de Castellón y provincia, e incluso hemos actuado fuera de la comunidad valenciana y hasta en la cárcel, y es una experiencia la verdad que muy enriquecedora. Tenemos varios proyectos dentro del teatro como son las Matinales, Teatre a l’Escola, Castellón a Escena y el curso de Artes escénicas y discapacidad en la UJI de Castellón. Durante todos estos años hemos demostrado a miles de personas que las personas con discapacidad también podemos hacer teatro y que nos vean como otra compañía de teatro que ama y siente el teatro. Hoy en día la gente de Frater es mi segunda familia, les estaré eternamente agradecida por todo lo que me han enseñado en estos 25 años que llevo aquí con ellos, me han enseñado a valorar las cosas más sencillas, a disfrutar de cada segundo de mi vida, a quererme y valorarme a mí misma y sobre todo a que soy capaz de hacer muchas cosas de las que yo no pensaba que era capaz.
Por otros 25 años más a vuestro lado, somos muy grandes.
Lidón Corredor
Comentarios cerrados