Encarna, todas las tardes tú venías desde tu Almazora natal para coger el teléfono en recepción.
Venías con tu aspecto sonriente, reconciliador y alegre que tanto te caracterizaba. Recuerdo que llegabas en tu triciclo con los pedales en las manos y apoyándote en unos bastones te ponías en pie.
Fueron pasando los años y entonces ya venías en silla de ruedas, pero con la eléctrica también te apoyabas en los bastones.
Como sabía yo que tú llevabas de todo en el bolso, recuerdo que siempre venía a ti para que me dieras fuego para fumar y tú me decías es malo para la salud.
La llama que tú me entregabas y que también entregabas en las reuniones mensuales, simbolizaba la llama de la Fraternidad que tú recibiste para entregársela al mundo entero.
Encarna sí que entendió muy bien aquello de ir por el mundo enseñando al que no sabe y llevando consigo el Espíritu Santo.
(Emilio Martínez)
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