Una mañana mi jefe me metió a empujones en un avión sin decirme ni a dónde, ni para qué, ni porqué, sólo dijo el nombre del hotel al que tenía que ir y que lo iba pasar muy bien cuando llegara a mi destino. Le dio órdenes al piloto y se despidió dejándome con una gran intriga.
Cuando bajé del avión me encontré en Tailandia, un país que hacía años que quería conocer. En el hotel, cuál no sería mi sorpresa al ver a mi familia esperándome para felicitarme por mi cumpleaños.
El viaje resultó ser el regalo de cumpleaños del que yo ni me acordaba.
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